domingo, 3 de febrero de 2013

Saltar y aterrizar


Ya es cuestión  de confesar, son 28 los que han caído, ya es cuestión de saber qué hacemos y que dejamos atrás y cuál es que lo que viene por delante.
En Londres no para de llover y en mis adentros el sol se ha quedado permanentemente, aunque haya partes en las que hay sombras.
Pero el sueño volvió la noche pasada, volví a caminar por el precipicio, mirando el horizonte, sintiendo el viento en mi cara, sentándome en el filo de la montaña, contemplando el infinito y con la sensación de que el estómago se me saldrá por la boca de un momento a otro. Me levanto, camino cuatro pasos para atrás, respiro fondo empiezo a correr y salto…
De repente me despierto…
Así  he estado durante los últimos meses con ese sueño noches tras noches, entre abrazos o noches sueltas.
Con miedo de volver a dormir para evitar saltar, evitar caer, evitar quedarme sentado…
Pero hoy sin querer, me desperté justo antes de saltar y mi sensación fue querer volverme a dormir, quería volver a saltar quería sentir el aire en mi cara mientras caía.
Sin embargo no me pude dormir de nuevo, así que me levante me hice un café y mirando caer la lluvia, de pie, enfrente la ventana, me dediqué un abrazo y mientras me encendía un cigarro, descubrí que había saltado meses  hacía ya meses y que no estaba cayendo sino que estaba volando, buscando la forma de aterrizar de una forma segura.    
El aire seguía soplando en mi cara, mis brazos están estirados y bien abiertos, doy piruetas, sonrío, miro hacia todos los lados, busco en el horizonte donde estaré seguro, donde pueda aterrizar y establecerme, con las nuevas maletas, las nuevas ideas y las nuevas alegrías que viene día tras día.
Así que hay alguien que me espera en su pista de aterrizaje, me espera cada día y me indica, con tulipanes amarillos, el camino de vuelta los días que hay niebla.
Más allá de la literatura romántica de fantasía y de noches despierto, hay mucho más.
Decidí saltar y entre salto y salto, sin darme cuenta me encontré en los 28 y esta vez de otra manera, esta vez todo sabe diferente, sabe a los 18. Nuevamente soy quien fui antes de saltar sin plumas en las alas (un poco de humor se permite…).
Para mi hoy vuelvo a cumplir 18, vuelvo a ser mayor de edad, pero con la suerte de la experiencia ganada y de tener una pista donde aterrizar.  Ahora puedo volar tan alto como quiera, que tengo el destino fijo siempre, sabiendo que por muchas turbulencias, ventiscas, problemas técnicos, siempre puedo contar con un aterrizaje de emergencia, donde alga falta, para luego poder llegar a mi destino.