lunes, 12 de marzo de 2012

A dos días... una conversación con la Soledad.


A dos días de empezar a trabajar y a dos días de despedirme. Mi mente estaba puesta en todas las cosas que me pudieran distraer y en todo lo que me hiciera  dejar de pensar en mis miedos y fobias. Si algo bueno tiene madurar, es conocerse a uno mismo. Aunque a veces, nunca dejemos de sorprendernos a nosotros mismos.
Así que mientras miraba el infinito cayó en mis manos el último número de una revista gay. Una de esas dónde todo escritor sin novela o todo blogguero aspira a poder tener un columna o al menos ese es mi caso.
Y pude leer un artículo el cual se titulaba “Un mundo más gay es posible”. Mi primer pensamiento fue el de “Si hay un mundo más gay, yo me hago hetero” .
Así que pasé de leerlo, no quería un mundo más gay, no quería leer más sobre esas falsas morales y dobles pensamientos. Así que decidí volver a mis dos días y a ver la cuenta atrás.
Quisé evadirme también de los dos días pero no pude. Hice largos paseos por el pueblo, tomé cafés solitarios, me puse a leer, me puse a trabajar en la novela,  me puse a contemplar todas las posibilidades para irme lo antes posible a Londres, pero los dos días seguían estando. Cómo seguía estando él, en el pueblo.
Lo mejor fue volver a la vida de twitter, al menos por un rato vería tweets que haría distraerme.
Pero lo siento seré masoca o seré estúpido. Pero es que en dos días mi vida se había desmoronado y en dos días necesitaba empezar de nuevo.
En un mundo en el que tenemos mil y una opción para estar en contacto, twitter, facebook, skype, tuenti, google plus, msn, sms, móviles etc... es paradójico sentirse solo.
Pero así me sentía yo, solo. Y cuando la soledad llama a tu puerta, deja que entre, más vale que entre pronto, que cuanto antes hables con ella, antes se irá.
Así que me fuí a hablar con ella, sentando en  algún rincón de la playa. Café en mano derecha y libreta de notas en la izquiera, me senté y empezamos a dialogar.
Mientras yo miraba las orillas, ella iba sacando todos los temas que teníamos pendientes desde hacía tiempo. Fue agradable por su parte dejar que yo eligiera por dónde empezar.
Las olas eran cada vez más débiles y fue entonces cuando elegí hablar de mi mayor sueño y hacer mi primera declaración de intenciones. Escribir y ser feliz, segunda declaración de intenciones pagar las deudas y tercera declaración de intenciones encontrar los que siempre he esperado, pero sin buscar. Tan solo estar visible cuando llegue el momento.
Pero la soledad es tenaz y muy constante y cuando llega ella nunca tiene prisas, nunca le parece demasiado y nunca sabe cuando parar.
Después de dos horas contemplando la muerte de las olas y contemplando los paseos de la gente por la arena de la playa. Llegué a un acuerdo con la soledad y decidimos firmar un pacto de no agresión durante el día de hoy. Ella se iba a quedar esperando hasta el miércoles y yo iba a ocupar mi mente para no pensar en tantas cosas y esperar al miércoles. Así que hasta el miércoles no nos volveríamos a ver la cara.
A dos días, la soledad me dió una tregua.

Carrión.

2 comentarios:

  1. Me encanta como tratas el tema de la soledad... dialogar con ella. Tendríamos que aprender todos a hacerlo, así la soledad, sería mucho más llevadera.

    :)

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  2. La tecnología nos aísla. El fin de semana estuve en la casa de playa de un amigo, en la noche él se pasó, y no exagero, una hora seguida en el iPad de última generación, su enamorada y otro amigo le dedicaron una hora a sus respectivos smart phones. Estábamos en la terraza pero era como si no estuviéramos ahí. Yo, encima, me sentí rarísimo porque era el único con un celular común y corriente.

    La soledad, en todo caso, no debería afectarnos tanto. Pascal decía que la soledad era requisito indispensable para la reflexión. Igual, tarde o temprano, alguien nos acompaña.

    Saludos,

    www.artbyarion.blogspot.com

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